«Desde hace ya mucho tiempo estoy
siempre más y más persuadido de que la civilización humana surge y
se desarrolla en el juego, por el juego y como un juego» J. Huizinga
«El homo ludens no
se puede escindir del homo esplorans».K. Lorenz
A la luz del estado actual del
conocimiento, resulta difícil negar que jugar es una necesidad primaria de la
cual depende en gran medida el desarrollo cognitivo y la estabilidad emocional,
no sólo de los individuos sino también de las sociedades. Es sabido que la
movilización de los neurotransmisores cerebrales durante la actividad lúdica
tiene fuertes semejanzas con la que se realiza durante acciones fundamentales
como la respiración y la alimentación. Jugar es fundamental para el desarrollo
psicosocial de los jóvenes mamíferos. Es una habilidad garantizada por un
complejo mecanismo neurobiológico hasta el punto que mientras se juega hay un
incremento en la producción de oxitocina, hormona que aumenta la sociabilidad y
la empatía. El juego nos distrae de nuestros propios pensamientos y es la
condición de posibilidad para objetivarnos y tomar distancia de nuestra
conciencia, poniendo en perspectiva nuestro aquí y ahora.
Esta suspensión del juicio es similar
a lo que ocurre cuando aceptamos anular nuestra incredulidad ante un
prestidigitador:
La investigación neurocientífica proveyó suficiente
base empírica para justificar la aplicación de terapias del juego para crear
nuevas conexiones neuronales. Recientes estudios también han identificado el
impacto en las neuronas espejo y de la oxitocina en la relación terapéutica.
Recurriendo a la metáfora de la magia, es significativo notar cómo los prestigiadores
se aprovechan de estos procesos para distraer a sus audiencias así como las
terapias lúdicas usan dinámicas similares para aumentar la neuro-plasticidad.
Así como los magos nos distraen con sus trucos y engaños para crear ilusiones,
la terapia del juego es igualmente potente para desarrollar adecuados métodos
orientados a dirigir la atención de los niños a ciertos aspectos de su entorno,
expandiendo el auto-reconocimiento y favoreciendo la transformación positiva de
niños y adolescentes [13:8].
Por otra parte, hacer jugar a niños
recientemente intervenidos quirúrgicamente, reduce sensiblemente el dolor y
facilitaría la perspectiva de recuperación. Un estudio de la Universidad de
Salamanca, durante el cual fue medido el dolor en dos grupos de niños recientemente
operados ?uno incorporado a un grupo de juego y otro asistido solamente
mediante curas tradicionales? indicó claramente que el nivel de dolor percibido
por los niños que pertenecían al programa de juegos resultaba hasta un 50%
menor al del grupo de control no-jugador [15].
Pero sin lugar a dudas la forma de
juego más relevante es el juego de «ficción» o «intra-narrativo» o sea aquellos
del tipo «hagamos de cuenta que…» (o, «Si p -?
q»).Este tipo de juego supone y
compromete estructuras cognitivas muy complejas pues difuma los confines
existentes entre imaginación y realidad, requiriendo el desarrollo de complejas
entidades simbólicas al postular la existencia relativa de mundos posibles. Por ejemplo, cuando el juego exige la transformación de un
«palo» en una «espada», el niño pone en funcionamiento complejísimas
habilidades simbólicas, por lo que este
juego está íntimamente asociado al desarrollo del lenguaje y de las emociones.
Diversos estudios muestran
una relación estrecha y positiva entre este tipo de juego, la creatividad, la
adquisición y el desarrollo de habilidades que se deben aplicar para afrontar
las más variadas situaciones cotidianas, particularmente inferenciales
(narrativas y argumentativas):
Durante toda la infancia las formas avanzadas de
juego, están asociadas frecuentemente al alto desarrollo intelectual y emotivo
de los niños.(…) estudios recientes demuestran que esta asociación es
sensiblemente más positiva cuando la actividad lúdica se desarrolla en entornos
al aire libre donde hay más y mejores
ocasiones para inventar, requiriéndose normalmente una mayor actividad física así como la resolución
de «problemas reales»[9:64].
Cabe preguntarnos si existe un área
cerebral específica del juego. Lo que se sabe es que para poder jugar, desde el
punto de vista psicobiológico, es indispensable el buen funcionamiento del
núcleo accumbens como indica una investigación reciente realizada en
especímenes de pequeños roedores caracterizados por la propensión al juego
social. Esta investigación del Dipartimento di Scienze de la Università Roma
Tre, descubrió que «cuando en el núcleo
accumbens son estimulados los receptores de la dopamina, la propensión
al juego tiende a aumentar. Evidentemente hay un incremento del placer asociado
a la socialización, pero se puede también inferir que el juego entra a hacer
parte de las necesidades primordiales elaboradas en el núcleo accumbens,
como alimentarse y reproducirse» [14:466]. Además del estudio en roedores,
existen también numerosas observaciones en seres humanos realizadas con
resonancias magnéticas funcionales que demostraron como las actividades del
núcleo accumbens aumentan cuando están involucradas en actividades
placenteras. Por lo tanto, es lógico hipotetizar que la actividad del núcleo accumbens
se incrementa también cuando el niño juega con sus pares:
Como los niños humanos,
muchos jóvenesmamíferos dedican una significativa cantidad de tiempo y de
energías jugando juntos y el juego social les resulta ciertamente divertido.
Aun cuando el juego social es muy placentero, es mucho más que una actividad
frívola: es crucial para el desarrollo de la flexibilidad de la conducta, de la
adquisición de competencias cognitivas y sociales y para el mantenimiento de la
cohesión grupal. El juego social es un estimulante natural y los
neurotransmisores involucrados impactan en los aspectos motivacionales,
placenteros y cognitivos de las recompensas químicas tanto como los
opioides,los endo-caniboides, las dopaminas y las norepinefrinas y juegan un
importante rol en la modulación del rendimiento del juego social. (…) [Esta
investigación permitirá] una evaluación crítica de la neuro-farmacología de la conducta (…) proveyendo un esquema
interpretativo de cómo el cerebro procesa las emociones que permiten que los
individuos jóvenes gocen del juego social [14:466-7].
Por su
parte, si el buen funcionamiento del núcleo accumbens es indispensable para el
desarrollo de las habilidades sociales mediante el juego, esta estructura
podría estar comprometida en ciertas patologías caracterizadas por el déficit
del área de la sociabilidad, como el autismo. «En los niños autistas
frecuentemente hay una marcada carencia en los juegos de ficción. No pueden
inventar, mayormente, carecen de imaginación» [16:172]. En caso de participar
de juegos, estos niños se desinteresan rápidamente o los utilizan de manera estereotipada y literal. La
incapacidad en el juego no expresa tanto una incapacidad de emociones
conectadas a los objetos sino una específica restricción de intereses.
Es una condición causada
por la conformación particular de sus estructuras cerebrales adquiridas
genéticamente. Actualmente se habla de una reducida conectividad de las vías largas de transmisión que unen las
regiones cerebrales anteriores con las posteriores y dificultan la integración
de las sensaciones visuales con las auditivas y táctiles, lo que implicaría
también el aislamiento de las regiones temporales disputadas al lenguaje. (…)
Por el contario, la hiperconectividad de las vías breves, con un exceso de
circuitos nerviosos, podría estar a la base de su atención a los detalles, de
una hipersensibilidad a los estímulos sensoriales pero que los vuelve «sordos y ciegos» a nuestro mundo social y
emotivo [1:15].
No obstante,
es posible ayudar a los niños autistas a jugar con lo que se contribuye a
desarrollar ciertas habilidades que de otra manera permanecerían ausentes o
«implícitas». La plasticidad
neuronal debe ser favorecida por la introducción de esquemas de juego que les
permitirá jugar con un mínimo de espontaneidad y creatividad. Los aprenderán
con las mismas limitaciones como las que tienen cuando aprenden a atarse los
cordones, pero la carencia de estas destrezas siempre serán más negativas que
una limitada adquisición. Abandonados a sí mismos, quedarían aislados en su
mundo sensorial, pero así será posible «entrar
en contacto con ellos, pero teniendo presente ?y muy bien presente? que tienen
un específico modo de interactuar. Por lo tanto hay que probar, hay que
intentar e insistir para que puedan adquirir una modalidad de intercambio con
el otro (…) en un contexto jocoso y emotivo» [17:187].
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