«Todos los problemas son problemas de
educación»
Domingo Faustino sarmiento.
La relación entre lenguaje y pensamiento
resulta, desde hace siglos, evidente. Menos consenso existe, sin embargo, en
torno a las teorías que explicarían la modalidad y la tipología de dicha
relación: identidad (lenguaje = pensamiento), distinción (lenguaje / pensamiento) o preminencia (uno determina al otro, alternativa o
recíprocamente). Aún menos evidente resulta
a veces, la relación entre el pensamiento y la lectura,
frecuentemente reducida a una simple transcripción u operación derivativa del lenguaje
sin concebirla como una actividad intelectual autónoma, regida por procesos
diversos y que involucra lo visual, lo auditivo y lo táctil. Indudablemente la
lectura está íntimamente relacionada con el lenguaje verbal (precisamente la
llamada lengua natural o hablada —sistema modelizante primario—) pero también
con los lenguajes no-verbales [29, 2] (visuales, gestuales) y con los lenguajes
«superiores» o complejos [15, 17, 18] (sistemas modelizantes secundarios y
terciarios —los géneros discursivos; los legisignos y los programas
comportamentales—).
No fue sino hasta mediados del siglo XX que se
valorizaron adecuadamente los complejos mecanismos —no sólo intelectuales sino
también sensibles y perceptivos— que se activan en el proceso de lectura y que superan
la problemática estrictamente lingüística para explicitarse y extenderse en
cuestiones semióticas y epistemológicas puras y aplicadas que involucran
obviamente todo el espesor neurobiológico de la mente humana. Gran
responsabilidad en esta subestimación epistemológica la tuvieron la lingüística
estructural y la antropología postpositivista más obsesionada por obviar o
diluir la supuesta «anomalía» de las culturas no-escriturarias que en explicar
los hechos, incluso los supuestamente anómalos (que en definitiva no son
tales). Es evidente que puede existir una lengua sin escritura pero no una
escritura sin lengua aun cuando la escritura no sea una simple
transcripción del lenguaje ni una sumatoria cuantitativa de no contrastadas
conciencias individuales anteriores a la socialización [31, 32, 1]. Sin
embargo, no es lo mismo que exista o no exista escritura y por ende lectura puesto
que ambas determinaron modificaciones culturales radicales (principalmente una
mayor y más efectiva acumulación de información) que impactaron de modo
decidido en la cohesión social y en la pragmática cultural pero también en la
expansión de la conciencia y en la afirmación de una identidad subsecuente
(autoreflexividad). El complejo escritura-lectura, la constitución de un
residuo significante que se lanza al más allá del tiempo y del espacio
inmediatos con potencial de explicitarse en contextos lejanos, es la primera y
más eficaz forma de trascendencia humana, tal vez la única.
Por ello, el perfeccionamiento de los medios de
transmisión de la información y de la diversificación de los soportes de
lectura, no hizo más que especializar y potenciar las milenarias tendencias
heredadas de gran parte de la humanidad:
Si se introduce una tecnología
(…) en una cultura y da nueva importancia o ascendencia a uno u otro de
nuestros sentidos el equilibro o proporción entre todos ellos queda alterado.
Ya no sentimos del mismo modo, ni continúan siendo los mismos nuestros ojos,
nuestros oídos, nuestros restantes sentidos. La interacción entre nuestros
sentidos es perpetua (…) [16:36].
Acelerándose a partir de la
invención del libro moderno, fácilmente replicable y transportable. Este artefacto
—como todos los artefactos en la historia de la humanidad— produjo un salto cualitativo
que impactó principalmente en la conciencia (es decir, en la mente, en el
pensamiento) de la especie humana y de su concepción como «individuo»:
Para comprender
el despegue de los visual que se produjo con la tecnología de Gutenberg, es
necesario saber que tal despegue no habría sido posible en los tiempos del
manuscrito, porque tal cultura conserva los modos audiodáctiles de la
sensibilidad humana en un grado incompatible con la visualidad abstracta o
traducción de todos los sentidos al lenguaje del espacio unificado, continuo y
pictórico [16:138].
Ahora bien, veamos en detalle
algunas cuestiones relacionadas con la práctica de la lectura (especialmente narrativa)
y sus correlaciones epistemológicas, semiológicas y neurofisiológicas. En
primer lugar, resulta evidente que la lectura aumenta la comprensión de las
relaciones sociales, la intuición de los sentimientos, de los razonamientos y
de las reacciones de los otros. Literalmente la lectura nos entrena en las
habilidades que favorecen la interacción social: los lectores ponen en juego
recursos interpretativos flexibles y sofisticados. Estudios recientes [11] efectuados mediante resonancia magnética funcional
(RMF) mostraron que la lectura activa redes neuronales diversas según el
contenido emotivo y visivoespacial, particularmente la llamada default
network (DN). La corteza cerebral —se sabe— es la parte del cerebro que en
el curso de la evolución se desarrolló en la especie homo más que en
otros animales [25] por lo que no sorprende que sea la responsable de las
funciones cognitivas superiores como el pensamiento abstracto, la capacidad de
pensar el futuro y de preguntarse el porqué de las cosas, el tomar una decisión
o el distinguir entre el bien y el mal. Los lóbulos temporales contienen, en
cambio, estructuras importantes para la memoria, como el hipocampo y para la elaboración
del contenido emotivo y afectivo de un estímulo, como el sistema límbico y la
amígdala. El compromiso de estas áreas durante la lectura es el sustrato
neurobiológico del efecto de la narrativa sobre la psique: incremento de las
habilidades de comprensión de las relaciones sociales, intuición de los
sentimientos, de los pensamientos y de las reacciones de los otros, o sea la
empatía.
Un libro de narrativa es
también la vía regia para comprender la mente humana y sus replicancias
afectivas y emotivas. Esto es posible porque los seres humanos tenemos la
habilidad innata para atribuir un sentido al comportamiento de otras personas y
por lo tanto también a los personajes de una historia. A esta habilidad se la
denomina en psicología cognitiva con el término de «teoría de la mente»,
«mentalización», «lectura de la mente» o «inteligencia social» [19, 30, 12,
13]. Si no tuviésemos a disposición esta aparentemente misteriosa actividad de
la mente (que nos permite representarnos también nuestra propia mente), no
podríamos gozar de la lectura de una novela ni podríamos tampoco meternos en ningún
personaje ni sentir con-pasión por nada ni por nadie.
Por otra parte, «(…) leer ficción
por una semana se asocia a un aumento inmediato de la empatía, pero no sólo en
los casos en los que el lector manifiesta un alto nivel de transporte hacia la
vida mental de los personajes o los eventos de la historia». Se confirma
empíricamente que la lectura de ficción es un estímulo cerebral que permite
experimentar otros mundos, personas y estados mentales y por ende, «vivir otras
vidas». Pero, es de destacar que el efecto sobre la empatía es evidente solo
con la literatura de ficción de «calidad artística», mínimamente
desautomatizante y no con aquella de simple entretenimiento. Los lectores de
ficción literaria deben poner en juego, recursos interpretativos flexibles para
inferir sentimientos y pensamientos de los personajes y así activar procesos
ToM: «La ficción comercial, en cambio, si bien más legible describen mundos y
personajes íntegramente coherentes y previsibles y por tanto confirma las
expectativas inmediatas de los lectores, sin particulares complicaciones ni
acertijos y no promueve procesos ToM».
En este sentido y como indicio
de que se trata de un proceso infinitamente más complejo, resulta muy significativo
considerar también los aspectos neurocognitivos de la expresión poética, lo que
explicaría cómo es posible que la poesía pueda tener un efecto emotivo tan
intenso como para provocar reacciones fisiológicas evidentes, ya denominados en
el siglo XIX como «frisson esthétique» e incluso el llamado «síndrome de
Sthendal». De acuerdo con la hipótesis de Panksepp-Jakobson
(…) la evolución
humana no tuvo el tiempo de inventar un específico sistema neuronal dedicado a
la recepción del arte o de la palabra escrita. Así, los procesos estéticos y
afectivos que experimentamos durante la lectura deben ser sostenidos por
antiguos circuitos nerviosos emocionales, compartidos con otros mamíferos
superiores (…). Por lo tanto cuando experimentamos pasajes textuales
espantosos, desagradables (…) se activan redes de neuronas asociadas al temor,
disgusto, recompensa y placer, como el estrato ventral y la corteza órbito-
frontal [14].
No está de más recordar que
según las escalas de Veenhoven y de Biswas-Diener quien lee diariamente (ensayos o novelas y más allá
de la «temática» —dramática, trágica o comica—) experimenta emociones positivas más frecuentemente
que quien no lee, experimentando en estos casos, un goce o placer profundo, cosa ya reconocida
desde época inmemorial por las humanidades.
De lo dicho, se pone en
evidencia que los estudios cuantitativos y de base biológica permiten una aproximación
cada vez más precisa al mapeo y a la química cerebral contrastando las
principales hipótesis de la neurología, neurolingüística y neuropsiquiatría
pero también las de la narratología y las de la filosofía del lenguaje. Por
ende se impone un salto cualitativo que postule una teoría de la mente que dé cuenta
de esta complejidad y que supere el primitivo esquema realista ingenuo de
ciencias naturales y sociales que domina aún hegemónicamente la burocracia
científica, así como que incorpore y utilice las «investigaciones creativas»
(artísticas, filosóficas) de modo sistemático en el contexto de las (mal)
llamadas ciencias naturales, para poder desarrollar un modelo interpretativo
que dé cuenta de la variedad, de la complejidad de la mente, de la ilimitada
potencialidad de la cultura humana, nuestra diferencia específica en la
historia de la evolución.
Por todo ello se desprende un
corolario final, fundamental, performativo y pedagógico: es imperativo, que los
infantes no sólo aprendan a «deletrear» sino a leer en toda su dimensión
conceptual y narratológica, con regularidad, placer y constancia: por la
expansión de sus experiencias y de sus contenidos informacionales, y también
para asegurar el completo y pleno desarrollo neurológico que de otra manera y
más allá de toda ilusión innatista, les estaría indefectiblemente vedado.
El alimento de la lectura no es menos fundamental que la nutrición temprana y
regular durante toda nuestra vida: negarlo es, simplemente, otra forma de
invisibilizar un silente aunque implacable genocidio.
Referencias
5. Eco U. Trattato di Semiotica Generale.
Milano:Bompiani; 1975
6. Eco U. Lector in fabula: la cooperazione interpretativa nei testi narrativi.
Milano: Bompiani; 1979.
7. Eco U. I Limiti dell´Interpretazione.
Milano:Bompiani;1990.
8. Eco U. Interpretation and overinterpretation.
Cambridge: Cambridge University Press; 1992
9. Eco U.
Sei passeggiate nei boschi
narrativi. Milano:Bompiani;
1994.
10. Eco U. Kant e l'ornitorinco. Milano: Bompiani; 1997.
11. Handjaras G, Bernardi G, Benuzzi F,
Nichelli PF, Pietrini P, Ricciardi E. A topographical organization for action
representation in the human brain. Hum Brain Mapp. 2015; 36(10): 3832-3844.
12. Hofstadter D. Gödel, Escher, Bach: an Eternal Golden Braind, New York:
Basic Books;1979.
13. Hofstadter D. Fluid Concepts & Creative Analogies: Computer Models
of the Fundamental Mechanisms of Thought, New York: BasicBooks; 1995.
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model of literary reading. Berlin: Freie Unversitat; 2012.
19. Peirce ChS. Gessing. Hound and Horn. 1929; 2(3): 267-82.
20. Peirce
Ch S. On Signs (Ground, Object and Interpretant). In: Hastshorne Ch & Weiss P. Collected Papers. Cambridge: Harvard University Press; [1931-1958]. v.2. 227-229.
21. Peirce
Ch S. Pragmatism and Abduction. In: Hastshorne Ch & Weiss P. Collected
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[1931-1958].v5. 180-211.
22. Peirce Ch S. The
Law of Mind. In: Hastshorne Ch & Weiss P. Collected Papers. Cambridge: Harvard
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23. Peirce Ch S.
What is a Sign? In: Hastshorne
Ch & Weiss P. Collected Papers. Cambridge: Harvard University Press; [1931-1958].
v2. 281,285, 297-302.
24. Peirce Ch S. What Pragmatism Is. In: Hastshorne Ch & Weiss P. Collected
Papers. Cambridge: Harvard University Press; [1931-1958]. v.5: 411-437.
25. Pietrini P. From molecules to mind and back. Curr Opin Neurol. 2011;
24(4):354-56.
26. Rossi-Landi F.Sul linguaggio verbale e
non-verbale, Nuova Corrente.
1966; 37: 5-23.
27. Rossi-Landi F. Uso e significato di
parole ed enunciati. Ricerche
Metodologiche. 1967; 3(1): 33-45.
28. Rossi-Landi F. Sui programmi della
comunicazione non-verbale. Nuova
Corrente. 1968; 46 (7): 304-19.
Para la cuestión
referida a la identidad pensamiento/lenguaje vide Peirce [20, 21, 22,
23, 24]. Indudablemente uno de los grandes déficit de la investigación
científica en áreas relacionadas con la cultura y la conciencia, es el aún inadecuado, contradictorio y
rudimentario modelo teórico sobreentendido en la oposición mente-cuerpo. La adopción
de un paradigma monista (no necesariamente materialista) seria evidentemente
una gran contribución en este sentido. Cfr. Rossi-Landi [26, 27, 28]
Otro estudio, publicado en Science por David
comer Kidd y Emanuele castano, de la New School for Social Research de New York. Se remite
nuevamente a los libros de U. Eco citados en la precedente nota n. 2
Baste recordar la insistencia
de Roland Barthes, por ejemplo, en Le plaisir du texte [4] o su teoría
acerca del «goce» de la lectura, como respuesta al «deseo del autor» como punto
de partida de la replicancia estética [3].
Buenos Aires – diciembre 2015
ISSN 0001 - 6896 (impresa)
ISSN 2362- 3829 (en línea)