[Editorial]

Tesis sobre Semmelweis y un corolario (texto completo)
Hugo R. Mancuso
Acta Psiquiátr Psicol Am Lat. 2015; 61(3): 177-178


«El viaje que nos es dado es enteramente imaginario:

he aquí su fuerza, va de la vida a la muerte.

Hombres, bestias, ciudades y cosas: es todo inventado».1

  

Disminuir la trascendencia de Ignaz Philipp Semmelweis [Budapest 1818-1865] en la historia de la epistemología y de metodología científica resulta anodino.2 Sin embargo no deja de ser inquietante que el poeta del nihilismo radical, del desencanto absoluto con el género humano, Louis-Ferdinand Céline, le haya dedicado el tema de su tesis doctoral como médico3 a un desesperado humanista que se sentía cómplice por no poder convencer a sus colegas médicos que bastaría «hacer lavar las manos a quienes atiendan a las mujeres encintas» para evitar la «hecatombe de parturientas».

El problema ?señala Céline? era teórico y técnico pero también ético. Y tal vez allí radique precisamente la causa remota de su nihilismo. En efecto, la teoría microbiana de las enfermedades contagiosas habría de ser descripta en 1840 por Friedrich Henle pero seguiría sin ser admitida por la comunidad médica por décadas «simplemente por perseverancia maligna, por vil desprecio hacia la vida».4 Por ello, Semmelweis se consideraba un enviado:

 

El destino me eligió para ser el misionero de la verdad en cuanto a las medidas que se deben adoptar para evitar y combatir la fiebre puerperal. Dejé, desde hace ya largo tiempo, de responder a los ataques de los cuales soy constantemente objeto; el orden de las cosas deberá probar a mis adversarios que siempre he tenido razón sin que deba seguir participando en las inútiles polémicas que ya no pueden servir en nada al progreso de la verdad.5

Y eso lo convertía, más allá de la admiración de Céline, en víctima de su genio: «Por deber hacia la verdad debemos señalar un grave defecto de Semmelweis: ser brutal en todo y en particular consigo mismo».6 Mas su brutalidad resulta directamente proporcional a lo evidente de la explicación: «[Semmelweis] desesperará al afirmar que son los dedos de los estudiantes, contaminados por las recientes disecciones, atendiendo luego a las mujeres en gravidez, los que llevan los agentes cadavéricos a sus órganos genitales»7  y es por ello que reaccionará con virulencia creciente a las insensatas réplicas «quiso así derribar todas las puertas hostiles pero, en su vana tentativa, se hirió cruelmente. Esas puertas se abrirían sólo después de su muerte».8

Ya como estudiante de la Universidad de Viena, lo aburrían que las lecciones fuesen absolutamente «teóricas, hasta tal punto de resultar totalmente inútiles para la causa que lo absorbía, el dolor y el sufrimiento de los enfermos». Luego de graduarse con una curiosa tesis sobre la vida de las plantas, ingresa como practicante en el reparto de obstetricia, particularmente encargado del estudio y disección de los cadáveres de mujeres fallecidas durante el parto, en intervenciones ginecológicas o por «fiebres repentinas». Ejercita también como asistente en uno de los pabellones de obstetricia al que calificará de «carnicería». Esta práctica lo conmueve profundamente: solo en agosto de 1842 muere el 27% de las parturientas atendidas; el 20% en octubre y el 33% en noviembre y diciembre. Céline explica que las mujeres «prefieren parir en las calles o, mejor aún, en sus casas donde los peligros son infinitamente menores, reduciéndose la mortalidad ?salvo complicaciones? al 0,5%». Semmelweis vive cada muerte como una tortura: «No puedo reposar, el sonido de la campanilla que anuncia la llegada del sacerdote que llega dar el viático a las agonizantes, me lacera en lo profundo del alma». En una carta a su amigo Lajos Markusovsky, confiesa:

 

Todos los horrores cotidianos, ante los cuales me siento impotente, me atormentan. No puedo seguir en este estado en el cual todo resulta oscuro salvo el número de muertos, siempre creciente. (...) ¿Pero, por qué, por qué mueren cada vez más, inmediatamente después del parto y por qué mueren más del doble de las que paren en el reparto de enfrente? (...) Las causas cósmicas, telúricas, hidrométricas, que son invocadas a propósito de las puerperales, no pueden tener fundamento dado que se registran más decesos en nuestro reparto que en el vecino. O en otros hospitales de la ciudad. ¿Por qué?9

 

Por meses y meses el joven médico estudia cada posible detalle, cada diferencia entre ambos repartos, hasta que finalmente identifica una única, insignificante, trascendental diferencia: el reparto del doctor Bartch ?su vecino? emplea parteras, el del doctor Klein, el suyo, emplea estudiantes de medicina. Propone entonces un intercambio de parteras y de estudiantes y la consecuencia fue perturbadora: «La muerte siguió a los estudiantes de medicina, las estadísticas se invirtieron totalmente». La reacción de Klein fue, simplemente, criminal. Molesto con su asistente, genial e insolente, se empeñó en «sofocar la verdad por todos los medios»: acusó a los estudiantes extranjeros [SIC], despidió a la mitad de sus alumnos, denunció una conspiración política anarquista en su contra... La respuesta de Semmelweis fue simple y «brutal»: colocar lavabos al ingreso de la clínica, obligando a estudiantes, médicos y parteras a lavarse atentamente las manos antes de tocar a las parturientas. Joh Klein, por el contrario, encontraba «los lavabos absolutamente indignos». La guerra entre ambos, que como toda guerra cobra vidas humanas, duró meses. Semmelweis no cejó en su insistencia, más aún «introdujo en los baños una solución de cloruro de cal en la cual absolutamente todos deberían lavarse cuidadosamente las manos antes de iniciar cualquier acción con una mujer grávida». Como señala poéticamente Céline: «Así, sin haberlos visto, Semmelweis había tocado los microbios» (1936: 87) y los había aniquilado pero no habría de poder convencer, por el resto de su vida a los escépticos: «Las manos pueden infectar por simple contacto, hayan manejado o no cadáveres. Las manos infectas [SIC], asesinan» escribirá en una carta a la administración del hospital del cual será cesanteado, como explica en la misma, por haberse negado «a autorizar el pago de cien pares de sábanas nuevas, ordenadas por el director del hospital; constituye un gasto totalmente inútil por haber centenares, en dotación, aún sin usar. Las manos infectas, repito, asesinan».10

A fines de 1848 regresó a Budapest, sufrió la persecución política y académica; vivió agobiado por las deudas y con la salud quebrada. «Fue poseído por la risa, por la venganza, por la bondad, sucesivamente y sin orden lógico. (...) Había descubierto la verdad y se negaron a verla».[11]  Murió delirante y desesperado el 13 de agosto de 1865 sin saber que millones de mujeres y niños le habrían de deber sus vidas.

  

In memoriam

Ciento cincuenta años después, el 4 de agosto de 2015, falleció Juan Enrique Azcoaga,[1925] cofundador de nuestra revista; neurolingüística y neuropsicólogo de reconocimiento internacional. A pesar de su sincera modestia, seguramente nadie considerará que sea un exceso concluir esta nota editorial con su recuerdo. En muchos y tantos modos su genio, su humanidad y su valor no fueron menores a los de Semmelweis y, afortunadamente para nosotros y para él, su partida no ocurrió ni en soledad ni en delirio, sino en paz y con el afecto de su familia, de sus colegas y alumnos y, principalmente, de sus infinitamente agradecidos pacientes.



1 Céline L-F. Voyage au bout de la nuit. París: Denoël & Steele; 1932.

2 Baste recordar el lugar que le asigna C.G. Hempel, como hito en el desarrollo del método científico. Ver particularmente Philosophy of Natural Science, 1966.

3 La tesis, La vie et l’œuvre de Philippe Ignace Semmelweis 1818-65, sostenida el 1° de marzo de 1924, pasó a ser considerada su primera obra literaria, publicada en 1936 aumentada y corregida simplemente como Semmelweis (Paris: Gallimard). Al año siguiente, en 1925, publica La Quinine en thérapeutique y trabaja como investigador en especialidades farmacéuticas, desarrollando en 1933 un tratamiento para la enfermedad de Basedow que se comercializó bajo el nombre de Basedowine.

4 Cfr. Semmelweis IP. Tutte le lettere.Torino: Maneghino; 2015: 03.08.1844.

5 «Le destin m’a choisi pour être le missionnaire de la vérité quant aux mesures qu’on doit prendre pour éviter et combattre le fléau puerpéral. J’ai cessé depuis longtemps de répondre aux attaques dont je suis constamment l’objet ; l’ordre des choses doit prouver à mes adversaires que j’avais entièrement raison sans qu’il soit nécessaire que je participe aux polémiques qui ne peuvent désormais servir en rien le progrès de la vérité» (cfr. Céline op. cit. p.18). De aquí en más las citas serán consignadas sólo en nuestra traducción.

6 Cfr. Céline, op. cit.:21.

7 Céline, op. cit.:23.

8 Céline, op. cit.:25.

9 Semmelweis, op. cit. 2015: 03.01.1845.

10 Semmelweis, op. cit. 2015: 29.01.1848.

11 Céline, op.cit.:88.

 


Buenos Aires – septiembre 2015
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